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lechuzas y mochuelos en la lengua española del siglo XVII «No hay cosa que le satisfaga, sino el barato; tiene por noches apacibles las más tempestuosas, pareciéndole más a propósito de su pesquería; a todos dificulta el salir a la calle; en cosa ninguna trata verdad, y, verdaderamente, hace de las noches días, como lechuza infernal, cebándose en el aceite y sustancia de los prójimos. [...] Parecióles a las aves un día entrar en consulta para ver cómo podrían ahorrar de cazadores, que las traían acosadas; entran en su acuerdo con la lechuza, pareciéndoles una ave grande estudiante, la que más aceite gasta velando de noche; pusieron los ojos en aquella cabeza, que parece estar dentro en una capilla de fraile y que es gran predicadora; habiéndola consultado, responde que traten de arrancar todas las encinas del campo, y que al tiempo de sembrar el lino y cáñamo, se lo coman en semilla, antes que nazca, pues de las encinas se hace la liga, y del cáñamo y lino los lazos, las redes y otros instrumentos de su ruina; los cuales, si faltasen, ellas quedarían libres.» Francisco de Luque Fajardo, Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos (1603) «Yo, Juan Bautista de Bivar, poeta por la gracia de Ascanio solamente, saltabanco mayor de todo Oriente, laureado por Chipre y por Gaeta, a ti, el jurado hereje de esta seta cuya vena de vana está doliente, de cerro fría, de canal caliente, más lacia que bohemio de bayeta, salud y gracia en el señor de Delo: sabrás como las musas repentonas te acusan del stupro que les haces. ¡Maldito seas de Dios, Rufo mochuelo, que enturbiaste las aguas heliconas y como bestia en el Parnaso paces!» Pedro Liñán de Riaza, Poesías (1607) «LUZBEL ¿Quién es el bil que me ultraxa? EMBIDIA Mejor es dançar la Baja. LUZBEL Dançaréisla bos, mochuelo. GÉNERO HUMANO Vna bez me hiçiste el son; Con la Carne y con Eua de la mano baylamos el Tordión. EMBIDIA Y os bolbieron el Billano. con la arada y açadón.» José de Valdivieso, Farsa sacramental de la locura (1622) «El soldado dijo: –"No, sino juguemos hasta cien reales que yo traigo, en amistad". Yo, cudicioso, dije que jugaría otros tantos, y el ermitaño, por no hacer mal tercio, acetó, y dijo que allí llevaba el aceite de la lámpara, que eran hasta docientos reales. Yo confieso que pensé ser su lechuza y bebérsele, pero así le sucedan todos sus intentos al turco.» Francisco de Quevedo, La vida del Buscón llamado don Pablos (1626) «Ver de noche komo mochuelo ... komo lechuza. Por: ver mucho. / El mochuelo. Gallego. / Bokado por bokado, mochuelo asado. / Sube, sakre. I era un mochuelo; o un buho. / La muxer, en la iglesia, santa; ánxel en la kalle; buho en la ventana; en el kanpo, kabra; en su kasa, hurraka.» Gonzalo Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627) «Es Gerarda, si no lo sabéis, la quinta esencia de la astucia, el término de la invención, y la mayor maestra del concierto que ha tenido el imposible gusto de la vejez después de la lasciva mocedad. Felipa es su hija, pollo desta lechuza, cuyos actos y quodlibetos la prometen el mismo grado.» Lope de Vega Carpio, La Dorotea (1632) «Détente señor (dijo el lebrel) que te dejas llevar ciego de tu pasión y das fácilmente crédito a una parlera corneja que por sus honrados servicios maldijo Palas, y a una lechuza aborrecida de toda su generación por el abominable incesto que con su padre cometió, y a una raposa cuyos engaños y mentiras en ella son naturales.» Cosme Gómez de Tejada, León prodigioso (1636) «Capítulo XXXIV. Del buho, ave nocturna. Es el buho del tamaño del águila, de más cortas plumas y más bajo vuelo; tiene las variadas de pardo, amarillo y negro; tiene la cabeza grande y redonda, y en ella unas plumas levantadas en forma de orejas; los ojos mayores y más resplandecientes que todas las demás aves; el pico corvo y fuerte; las piernas cubiertas de pluma hasta los dedos; las uñas grandes, como ave de rapiña; su voz es triste y congojosa, que dice su mismo nombre, buho, y siempre que se oye es en los crepúsculos, porque de día siempre está escondido y campea de noche; son grandísimos cazadores de todo género de aves y animales, como conejo, liebre, perdiz, paloma y otras aves, en la tierra y árboles; y como de noche están seguras, hace presa en ellas, que tienen en la oscuridad mucha vista; donde quiera que esté escondida la caza la ven y la matan, y donde ellos andan, hacen grandísimo daño; son por esta causa las aves sus enemigos; y así, cuando de día le aciertan a descubrir, le persiguen y llegan a picar los ojos; particularmente le siguen las picazas, cuervas y rendajos, las cuales cacarean y hacen mucho ruido para juntar otras aves, que todas acuden a él, y los cazadores de halcones no tienen otro señuelo que el buho para las cuervas y milanos, porque en viéndole volar, aunque estén muy lejos, acuden a él, y entonces les echan los halcones. Crían éstos en las peñas y quiebras de ellas, en cuevas y barrancas. Son muy cariñosos de sus hijos, y no los sacan del nido hasta que saben volar o tienen fuerza para ello y pueden cazar como ellos. «—¡Oh gran saber de Dios! –dixo Critilo–, que halló modo cómo hazer hermosa la noche, que no es menos linda que el día. Impropios nombres la dio la vulgar ignorancia llamándola fea y desaliñada, no habiendo cosa más brillante y serena; injúrianla de triste, siendo descanso del trabajo y alivio de nuestras fatigas. Mejor la celebró uno de sabia, ya por lo que se calla, ya por lo que se piensa en ella, que no sin enseñança fue celebrada la lechuza en la discreta Atenas por símbolo del saber. No es tanto la noche para que duerman los ignorantes cuanto para que velen los sabios. Y si el día executa, la noche previene.» Baltasar Gracián, El Criticón. Primera parte (1651) «Calmó en un punto el confuso murmullo y fue tanta la atención cuanta la expectación; allí se vio todo pedante sacar cuello de cigüeña, plantar de grulla, atisbar de mochuelo y parar oreja de liebre.» Baltasar Gracián, El Criticón (1653) |
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